Claudio Alvarado Lincopi (31 años), licenciado en Historia, con magister en Historia y Memoria, y actual estudiante de doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos, se ha dedicado a la docencia y a la investigación sobre la historia Mapuche y ha participado en diversas organizaciones y plataformas de educación e investigación sobre esta temática.
– Claudio ¿cuál es el conflicto Mapuche y por qué se originó?
Una de las primeras cuestiones que hay que aclarar, es que no se trata de una conflictividad Mapuche, sino que de un Estado y unas élites coloniales que desarrollaron un proceso de invasión en la segunda mitad del siglo XIX, y que sus efectos sociales, económico, políticos y culturales se desenvuelven hasta la actualidad.
Por eso es que nosotros decimos que la sociedad Mapuche habita desde el siglo XIX un proceso de colonialismo, que se expresa, insisto, en varias esferas de lo social y que se ha desenvuelto durante todo el siglo XX como el escenario para las vidas Mapuche. Entonces, si tú me preguntas cuándo se origina, digamos, el momento conflictivo, tiene que ver con un proceso de invasión colonial en la segunda mitad del siglo XIX.
¿Cómo se ha ido desarrollando hasta hoy?
Bueno, el efecto más claro y palpable del proceso colonial son las condiciones materiales derivadas de él, fundamentalmente el despojo del territorio, que significó perder el 95% del territorio Mapuche.
Por lo tanto, una de las primeras luchas tiene que ver con la tierra y esa fue la gran lucha durante todo el siglo XX, y se desenvolvió de diversas maneras, primero con la intención de resolverlo judicialmente mediante los juzgados de indios, o incluso después políticamente, intentando que tanto las autoridades locales como las autoridades nacionales intervinieran en la conflictividad. Durante el siglo XX se hicieron muchos viajes hacia Santiago con la finalidad de que las autoridades políticas centrales tomaran cartas en el asunto. En un momento también comenzaron tomas de tierra, corridas de cercos. En un primer momento las corridas de cercos fueron desde los latifundistas hacia territorio Mapuche y luego el mundo Mapuche comenzó también a hacerlo con la finalidad de recuperar tierras.
Ahora, eso únicamente en lo material, que quizás es el fenómeno más evidente, que se expone más a la opinión pública, pero hay un montón de otros efectos del colonialismo que tienen que ver con cuestiones de racismo, por ejemplo, racismo que se expresaba desde múltiples formas. Formas como la discriminación más pura, pero también estructuró relaciones laborales, relaciones en el mundo educativo, formas de comprensión del saber que quedaron subordinadas sobre la base de una supuesta inferioridad de los saberes Mapuche.
Contra esas múltiples formas de racismo, el mundo Mapuche también desarrolló lucha, desde el sindicalismo, por ejemplo, que en un primer momento aparentemente es una organización puramente gremial , pero si uno comienza a reflexionar en torno a esas expresiones sindicales en el mundo panificador o en el mundo de las trabajadoras de casa particular, uno se da cuenta de que también tienen expresiones antirracistas; hasta, por supuesto, las formas de organización comunitarias que reconstruyen lazos culturales, sociales y políticos en las reducciones de tierra que dejó el despojo colonial.
Y quizás una de las grandes batallas contra el racismo es justamente invertir una de las más profundas consecuencias de la condición colonial, que tiene que ver con aquello que es determinado como colonialismo internalizado, es decir, el complejo de inferioridad de una sociedad colonizada impuesto por el sistema colonial.
Y frente a esa condición supuesta de inferioridad, el mundo Mapuche lo que dice es “abrazar el orgullo”, y quizás es una de las grandes luchas y triunfos del movimiento, en su siglo ya de existencia, digo, posterior a la invasión chilena.
A lo que voy, finalmente, es que la lucha se ha desenvuelto de diversas formas y tiene que ver con la realidad de un pueblo colonizado, que, desde sus diversos frentes de acción, producto muchas veces de la propia dispersión que generó la estructura colonial, ha sido obligado a luchar desde muchos lugares, desde muchas trincheras y desde muchos sentires. Hoy, por ejemplo, hay un arte contemporáneo Mapuche que también sin duda es otra trinchera; las organizaciones educativas, las colectividades vinculadas con la salud, en fin, son múltiples espacios los que ha generado nuestro pueblo en su lucha por la descolonización.
– Perder sus tierras no significó solo perder su territorio, también fue una pérdida cultural, ¿verdad?
Si claro, o sea, por un lado tiene que ver efectivamente con lo que tú dices, con las condiciones materiales, y en ese sentido durante el siglo XX se habló mucho de tierra, en su condición material, pero posteriormente las reflexiones fueron más bien vinculadas con la idea de territorio, que pareciese ser un salto únicamente conceptual, contextual, pero contiene una profundidad como tú señalas, porque cuando se busca imprimir que hay una intención de recuperar territorio, no únicamente es recuperar las condiciones materiales, que también son importantes para la producción de la vida digna y luchar contra el empobrecimiento dejado por el colonialismo, sino que también un espacio para reproducir la vida Mapuche, para reproducir la vida política, social y cultural Mapuche.
Por lo tanto, cuando se habla de territorio, no se está hablando únicamente de cuestiones materiales, sino que también se está hablando de autodeterminación. Cuando el mundo Mapuche dice “vamos a recuperar territorio”, es que vamos a recuperar tierras para autogobernarnos, para comenzar a establecer el autogobierno Mapuche, para ver cómo avanzamos hacia la autodeterminación política.
– ¿Cuáles han sido las políticas públicas que el Estado ha desarrollado para resolver este conflicto? ¿Han aportado?
El centro gravitatorio de la conflictividad tiene que ver con los antecedentes coloniales. Tendría que ocurrir una reformulación de los procesos de jerarquización, que tiene que ver mucho más, siento yo, con este proceso constituyente, que con cualquier política pública desarrollada por los gobiernos hasta hoy día. Y esto, porque lo constituyente hoy lo discutimos dada la existencia de una revuelta destituyente, y esta revuelta destituyente/constituyente es la concreción política del poder de los pueblos. Esto sin duda abre un campo de oportunidades, seguramente no definitivas, para gestar nuevos vínculos entre las múltiples naciones que construimos la comunidad política de Chile y Wallmapu.
Claro, hubo algunas políticas públicas con mayor capacidad de acercarse a una cierta dignificación de la vida Mapuche, digamos, en un contexto colonial, pero claro, ninguna de ellas ha dado el ancho, por lo tanto, todavía tenemos problemas, la situación sigue estando ahí, latente. No hay solución frente a una conflictividad que es mucho más compleja, que más que tratarse de políticas públicas, se trata de cuestiones más estructurales.
Pensar en la historia Mapuche, pensar soluciones, tiene que ver con repensar también el país, su conjunto, una cosa no va desatada de la otra, y lamentablemente no se han entendido así las políticas públicas durante estos 30 años. Más bien, ellas se han sostenido en dos pilares que muy poco hacen para solucionar la profundidad del problema: el pilar que criminaliza, judicializa y reprime y el pilar que ve en el y la mapuche solo a una persona empobrecida. Entonces, por un lado, militarización y presidio político, y por otro, planes y programas asistencialistas. Ni los gobiernos de la Concertación ni de la derecha han hecho política con el pueblo Mapuche, claro, nos ven desde la mirada del racista, aquella mirada que les impide vernos como un pueblo con derechos colectivos, y mucho menos como un pueblo que puede aportar con ideas, agentes y conocimientos en la profundización democrática. Esto último se pondrá a prueba en el proceso constituyente que se avecina, ¿cuál será el rol de nuestro pueblo en aquellas discusiones? Esto dependerá mucho de la madurez política de la sociedad chilena y cuán afincado todavía se encuentre el racismo en la sociedad.
– ¿Cuáles crees que han sido las consecuencias más graves que ha traído este conflicto para el pueblo Mapuche?
Un proceso de deshumanización y empobrecimiento radical vivido durante el siglo XX producto del despojo territorial y la violencia colonial.
Creo que ha habido permanentemente esto, que tiene básicamente el sistema colonial, que es la deshumanización de ciertas vidas. El colonialismo, lo que hace, sobre todo, es ubicar algunos cuerpos, algunas vidas, en lo que se ha denominado como las “zonas del no ser”. Y sobre esas ciertas vidas, por lo tanto, es más fácil gestar procesos de explotación y de esto que uno podría denominar como el “gatillo fácil”, es decir, es más fácil de alguna manera disparar sobre estos cuerpos, y al mismo tiempo su empobrecimiento parece natural, no se cuestiona. […] sus saberes son ubicados en condición de inferioridad también. Los saberes del pueblo Mapuche han quedado inferiorizados.
Y esto se da también en cuestiones políticas, la imposibilidad que tuvieron los Mapuche de desenvolverse políticamente durante el siglo XX, sobre la base de la conformación política del Estado chileno. Y es por eso que hoy día se habla de autodeterminación y también se está hablando de plurinacionalidad. La plurinacionalidad seguiría una reformulación global del sistema político y democrático en Chile, y eso está en cuestión.
Insisto, yo creo que los caminos, más bien, tienen que ver con estos procesos de destitución y constitución que estamos habitando desde principios de octubre. Es por eso que algunas y algunos estamos esperanzados en torno a eso otro también, que sabemos puede ser un momento interesante para refundar la relación política entre la chilenidad y la sociedad Mapuche.
– ¿Qué significó para el pueblo Mapuche el estallido social que se inició en octubre del año pasado?
Primero, hay que reconocer un hecho, que la sociedad Mapuche, al menos frente al neoliberalismo y la “democracia de los acuerdos”, viene ejerciendo quehaceres tanto críticos como quehaceres de lucha también efectivos, desde los noventa, contra el modelo neoliberal. […] Por lo tanto, lo que ocurre el 18 de octubre, tanto en sus elementos críticos, el mundo Mapuche ya lo venía desarrollando.
En primer lugar, yo diría que el 18 de octubre el mundo Mapuche lo observa como parte de un proceso más bien largo o de mediana duración. Ahora bien, en el 18 de octubre ocurre que aquella sociedad que no había observado, que no había sentido las consecuencias de luchar contra el modelo, lo siente. Y, por lo tanto, lo que se comienza a gestar y visibilizar es un marco de solidaridades entre el mundo chileno popular y la sociedad Mapuche, que se expresa en la utilización, por ejemplo, de la Wenufoye, la bandera política Mapuche, y también en los ejercicios de desmonumentalización.
Se trama un vínculo afectivo incluso, muchas veces la política hace eso también, vínculos afectivos que ahora se tienen que traducir en cuestiones políticas, y eso es lo más complejo.
Pero, por lo tanto, se mira con buenos ojos, por cierto, lo que pase desde el 18 de octubre en adelante, se puede gestar desde mi punto de vista, si se conduce de manera simétrica, aspirando hacia encuentros entre pueblos. Creo que puede llegar a ser muy importante.
– ¿Cómo ves el proceso constituyente?
En torno particularmente al proceso constituyente, siento que hay un proceso de politización en curso, yo creo que es muy atractivo, pero que en donde todavía los sectores populares, los sectores indígenas, el feminismo, la lucha socioambiental, los trabajadores y trabajadoras no logramos todavía gestar un programa mínimo nuestro. Yo creo que eso es una tarea pendiente y que, por lo tanto, seguramente se va a ir formando en el mismo proceso constitucional. En ese sentido, si bien observo el proceso constituyente con sospechas, pueden ocurrir interesantes discusiones.
Obviamente los pueblos indígenas también vamos a estar ahí, intentando presionar para que eso ocurra, para que se hable sobre plurinacionalidad, de autodeterminación, de territorio, para que se hable sobre los derechos de la naturaleza, para que puedan existir articulaciones del mundo indígena hacia otros sectores sociales.
Siento que la mayor ganada de todo será el proceso mismo, será la maduración del proceso de politización en curso que se viene desatando desde hace algunos años, que marca un hito el 18 de octubre. Todo el malestar se comenzará a llenar de contenido, por lo tanto, seguramente va a salir un programa desde ahí, un programa para el futuro. El pueblo Mapuche en sus décadas de lucha a construido ideas y concepciones políticas, ha gestado apuestas democratizadoras como la plurinacionalidad, la autodeterminación, la protección de la naturaleza, las nociones sobre territorio, en fin, una serie de ideas políticas que pueden ser un importante aporte en los debates constituyentes.
– ¿Cómo es la situación que está viviendo el pueblo Mapuche frente a esta pandemia?
Bueno, hay que decir que esto es prueba de la causa, la pandemia no se comporta homogéneamente, ósea todo nos podemos enfermar, por su puesto, pero las respuestas están articuladas por dimensiones de pobreza o de riqueza. […] Por lo tanto, hay que pensar que la Región de La Araucanía es la región más pobre del país, concentra a las comunas más pobres del país también, muchas de esas comunas habitadas fuertemente por Mapuche, por lo tanto, aquí uno tendría que empezar a pensar en el vínculo entre salud, pobreza y racismo.
Muchas veces nos quedamos con el hecho de que pareciese que el racismo es algo de otro lugar y que las expresiones del racismo en Chile se circunscribieron en esta dinámica de discriminación, que en la medida de que no decimos indio o negro el racismo se acaba. No, el racismo es una estructura del poder, es algo más sistémico, y como es sistémico, las lógicas del empobrecimiento están articuladas por las lógicas de racialización, y es por eso que las comunas más pobres del país se ubican justamente donde está ubicada la población más racializada históricamente en Chile, que es el mundo Mapuche.
Y esto, trae consecuencias a todo nivel, la pobreza no se ve únicamente en cuestiones económicas de bolsillo, sino que se expresa en cuestiones educativas y se expresa en cuestiones territoriales, se expresa, por supuesto, en cuestiones de salubridad, es decir, la capacidad del sistema de salud en La Araucanía es menor y hay territorios donde derechamente no tienen cómo atenderse, por lo tanto, la única posibilidad ha sido intentar resguardarse y pensando de manera autónoma desarrollar procesos de cuidado […] han sido las mismas comunidades muchas veces las que han cumplido esa labor. Por supuesto, a esto se suma que las políticas de salud que vienen desde las autoridades centrales son muchas veces monoculturales, no hay una compresión de los modelos de salud indígena, no se reconoce agentes, procedimientos, epistemologías. Esto ha sido un problema permanente que bajo la pandemia se agrava.
Por último, en pleno desarrollo de la pandemia, los presos políticos Mapuche, bajo el marco del Convenio 169 que se encuentra ratificado por el Estado de Chile, solicitaron el cumplimiento de sus derechos como presos políticos pertenecientes a un pueblo indígena, como la posibilidad de cumplir sus procesos judiciales en sus territorios, lo cual es una exigencia basada en instrumentos internacionales reconocidos por el propio Estado. Bueno, hasta ahora el gobierno no ha mostrado ningún signo de preocupación por el estado de salud de los presos políticos, los cuales llevan casi 80 días de huelga de hambre. Esto es derechamente impresentable, poco humanitario, ya lo era antes, pero con una pandemia a cuestas es inhumano. Bueno, la deshumanización sobre la vida y los cuerpos Mapuche, derivada del racismo, no se detiene ni con el Covid-19.