La labor de conservación y restauración es un trabajo milenario, que ya los mesopotámicos realizaban, aunque no de la manera en la que hoy lo entendemos. Según relata Romina Rodríguez, conservadora-restauradora de bienes culturales, este oficio fue profesionalizándose y avanzando en su vinculación con la ciencia, “tiene una vasta historia y teoría, con códigos y lineamientos éticos”, explica.
Para la arqueología, los profesionales conservadores-restauradores son muy importantes, tanto en el trabajo de campo como de laboratorio, ya que son los especialistas más idóneos para tomar decisiones en cuanto a las condiciones de recogida y almacenamiento de los bienes, sobretodo de materiales sensibles al decaimiento orgánico.
La conservación y restauración actual, para Rodríguez, tiene que ver con una disciplina que se dedica a “preservar el legado cultural, material o inmaterial para investigar, documentar, difundir y resguardar tradiciones u objetos que abarcan la dimensión de las comunidades para una construcción identitaria, con los objetos como evocadores valóricos”, afirma y agrega “el patrimonio es subjetivo y dinámico, no depende del bien, si no del valor que las personas le atribuyan, debemos estudiar sus componentes matéricos y acervo de elementos culturales en un contexto donde todo genera un relato del cual podemos obtener un diagnóstico del estado de conservación, antes de ejecutar cualquier intervención”.
Uno de los puntos interesantes de esta disciplina, es que no sólo se aplica a objetos materiales, sino que también trabaja con objetos intangibles, como la tradición, el significado y la memoria.
Dos aristas de la disciplina: conservar y restaurar
Romina Rodríguez relata que existe una diferencia entre los quehaceres de su profesión, “hay una muy buena analogía, sobre que conservar es una obligación y restaurar una opción”, porque, según afirma, la conservación es un ejercicio reflexivo que busca retardar o prevenir el deterioro de los bienes a través del control de su entorno (conservación preventiva) o estabilizando su estructura para prolongar su existencia y su vínculo contextual, “mientras que la restauración interviene al objeto directamente para que sea legible, pero con el distingo de lo original”, declara.
Sobre estas dos aristas, la conservadora-restauradora de bienes culturales, Gloria Román, expone que la conservación va más allá que la restauración, ya que ésta no se preocupa sólo de preservar la materia, sino que “conlleva ante todo la preservación de un conjunto también de valores, de significados, y que, en el fondo, es lo que justifica la trascendencia de estos objetos para las generaciones futuras”, aclara.
Daniela Bracchitta Krstulovic, conservadora-restauradora de bienes culturales, explica que este trabajo apunta a mitigar la acción de los agentes de alteración y sus efectos en los bienes culturales, sin trastocar la información contextual, técnica o estética que pueda estar contenida en éstos. “Trabajamos mucho sobre la materialidad del patrimonio cultural y en ese sentido podemos abordarlo mediante acciones a distintas escalas”, declara Bracchitta y añade “no es nuestro fin devolver el aspecto “original” de los objetos, pues entendemos que abordamos una materialidad portadora de información, cuyas alteraciones dan cuenta de distintos momentos o contextos”.
Para Daniela, esta profesión vela por la preservación del patrimonio cultural, “pero de un patrimonio cultural visto como un elemento dinámico y en uso por diversos actores, y que, por lo tanto, es una materialidad mediante la cual se construyen discursos significativos para la sociedad”, destaca.
Por qué, cómo y para quién preservar
Según Gloria, la conservación se relaciona también con la decisión de qué preservar, “es como la gran pregunta, para qué, para quiénes y qué vas a restaurar, al final tiene que ver con el significado y, además, con una memoria”, afirma y agrega que, es por eso que para los conservadores es primordial la documentación, el registro y la información que se obtiene tanto de los bienes culturales, como de los grupos que están alrededor de éstos.
Para Román, es muy relevante decidir qué y cómo se quieren preservar los objetos para las generaciones futuras, “cómo vamos conservando esa información, guarda relación también con cómo vamos haciendo la puesta en valor de algunos objetos que han perdido un poco sentido para la comunidad, entonces cómo volverlos a poner en valor”, explica y añade “se podría decir que, más que restaurar el mismo objeto, es cómo nosotros tomamos toda esta información y la hacemos visible a la comunidad”.
Una de las maneras de preservar los objetos, según Gloria, tiene que ver también con los mismos sujetos que los rodean y conviven con ellos, ya que son éstos los que los reconocen como íconos. “Los que reconocen patrimonio en definitiva no es una élite, sino que es la comunidad”, afirma Román, y en ese sentido expone la importancia de decidir qué restaurar y además para quién hacerlo.
Profesión multidisciplinaria
Un punto relevante de este trabajo, es que es un ejercicio multidisciplinario, ya que se complementa de otras disciplinas como la química, la biología, la historia y la arqueología, entre otras.
La alianza conservación-restauración y arqueología es muy interesante, hay algunos profesionales que se enfocan en esta área de su oficio y se dedican a entender los procesos de transformación y preservación que presenta el registro arqueológico. Como menciona Daniela Bracchitta, quien ha estado siempre vinculada a esta área de trabajo, el objetivo de éste es “proponer estrategias de preservación, conservación o restauración que faciliten el acceso al patrimonio arqueológico, pero también con el fin de aportar elementos de análisis que permitan evaluar la integridad de la data arqueológica, así como las implicancias que puedan tener estas alteraciones desde distintas perspectivas”.
Asimismo, como explica Daniela, los conservadores reciben retroalimentación de parte de la investigación arqueológica, respecto de los fenómenos sociales y ambientales que podrían haber actuado como agentes de alteración. “Y en ese sentido nuestros aportes para la puesta en valor como disciplinas aliadas nos permite tomar decisiones sobre qué alteraciones se intervienen e incluso cuáles se analizan en profundidad y se destacan como fuentes contextuales de información sobre este tipo de patrimonio”, afirma.
Conservación y restauración en Chile
La historia de esta profesión en nuestro país tiene varios años. El 01 de octubre se celebró el aniversario número 38 del Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR), institución que tiene por objetivo promover la conservación e investigación del patrimonio cultural a nivel nacional.
El primer programa de Formación de Conservadores-Restauradores en Chile se inició en 1984, en la Escuela de Arte de la Universidad Católica y luego en el 2003 se abrió el programa de formación en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, en la Universidad SEK. Con el tiempo, la gama de profesionales del área comenzó a crecer y en el 2005 se formó la Asociación Gremial de Conservadores-Restauradores de Chile (AGCR), “por estatuto uno de los propósitos de la asociación era profesionalizar la carrera o la disciplina”, relata Gloria Román, quien fue fundadora y presidenta de la AGCR.
Pero lamentablemente para la profesión, tanto esta asociación, como ambos programas de estudios mencionados se terminaron disolviendo, quedando solamente algunos programas técnicos, postgrados, cursos y diplomados vinculados a la conservación y restauración del patrimonio.
En los últimos años, la experiencia de estos profesionales no ha sido tomada en cuenta adecuadamente por parte del gobierno, así se pudo ver, por ejemplo, con el actual proceso de modificación de la Ley de Patrimonio Cultural, “en la que como gestores culturales debimos estar involucrados en el tema, quedando ausentes de todo proceso”, menciona Rodríguez.
Además, Romina expone que hay una precarización del área laboral de la profesión, “no existen políticas públicas que apoyen a estos profesionales, por lo que hay una gran cesantía y cambios laborales entre los egresados”, comenta.
Una nueva asociación gremial
Actualmente en Chile no existen asociaciones de conservadores y restauradores con personalidad jurídica activa, relata Rodríguez y agrega “existe un Comité Nacional de Conservación Textil, que es un grupo de enfoque matérico que no abarca a todo el gremio”.
Ante la falta de una asociación con voz representativa, como grupo de profesionales decidieron autoconvocarse para construir una nueva organización que reúna a todos los profesionales del área de la Conservación y Restauración, y actualmente se encuentran en un proceso formativo. “Junto con ello, hemos generado vínculos con otros países para poder avanzar en conjunto en el reconocimiento profesional y normativas éticas a nivel iberoamericano, comenzando primero con Latinoamérica, uniéndonos a la familia de Apoyo Online”, revela Romina, quien es una de las organizadoras y gestora de esta nueva agrupación.
Agregado a esto, Rodríguez explica que además están realizando cuantificaciones para ver cuál es el panorama actual de los profesionales, “aún falta mayor definición sobre qué somos, cuáles son nuestras áreas de desempeño y cómo trabajamos coordinados con nuestra amplia gama de profesionales en pos del patrimonio”, finaliza su organizadora.
Entrevistas: Gloria Román Marambio, conservadora-restauradora de bienes culturales (PUC). Romina Rodríguez, conservadora-restauradora de bienes culturales (U.SEK).
Daniela Bracchitta Krstulovic, conservadora-restauradora de bienes culturales (U.SEK).
Fuentes: Magdalena Krebs Kaulen, “La formación de los conservadores-restauradores en Chile: contexto, balance y desafíos” (2009) www.revista.ge-icc.com
Carlos Chanfón Olmos, “Fundamentos teóricos de la restauración” (1996), 3a. ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Arquitectura.