Plan Nacional de Hidrógeno Verde

Plan Nacional de Hidrógeno Verde: una vía al desarrollo que amenaza el futuro del
patrimonio arqueológico e histórico chileno

No es ninguna novedad: en Chile, las voces que aspiran a levantar un futuro más sostenible, ya miran al Plan Nacional de Hidrógeno Verde como una respuesta lógica y mucho más limpia para el futuro en nuestro país. No obstante, el Colegio de Arqueólogas y Arqueólogos de Chile (CAARCH), hoy mira esta alternativa con recelo, pues varios de los proyectos ingresados al Servicio de Evaluación Ambiental, cojean en temáticas de protección del patrimonio arqueológico e histórico chileno, lo que a la larga hace peligrar el bienestar de la memoria nacional.
En detalle: según medios como La Tercera, ya se identifican 74 iniciativas que están operativas en escala industrial, en operación y en el caso de tres de ellas, en construcción. Mientras que el Diario Financiero ya anunció que ya hay once proyectos operativos en sitios como las regiones de Antofagasta (4), Valparaíso (1), Metropolitana (1), Biobío (1) y Magallanes (2)*. Con estos datos, hablamos de grandes extensiones de terreno asignadas a diferentes proyectos. De ellos, solo cuatro están ingresados al Sistema de Evaluación Ambiental, en un proceso que ha sido complejo, ya que el 92% de las observaciones ciudadanas del sistema a nivel nacional corresponden con el hidrógeno verde.
Para explicar el contexto de las observaciones presentadas es necesario entender que los proyectos de hidrógeno verde necesitan de la concesión de grandes extensiones de terreno. Estos territorios, por su parte, necesitan de una buena diversidad geográfica para instalar las diferentes obras que serán necesarias para la futura industria. Por ejemplo, ellos buscan zonas costeras, primero, para instalar máquinas desalinizadoras, y luego para construir zonas portuarias. Así como también necesitan territorios interiores para ubicar parques fotovoltáicos y aerogeneradores. Todo esto sin contar con que todas estas estructuras contarán con tramos lineales que unan cada estación industrial, en lo que se debe considerar la construcción de torres de alta y baja tensión, tuberías, subestaciones eléctricas y caminos.

Hidrógeno Verde, patrimonio, comunidad

Hasta ahora, respecto del ámbito patrimonial, en el actual Plan de Acción de Hidrógeno Verde divulgado el pasado abril del 2024 en medios nacionales, se detallaron 81 medidas respecto a esta industria. De ellas, sólo la página 139 menciona la dimensión patrimonial al señalar que, para incentivar la provisión de infraestructura privada en terrnos fiscales, se evaluará la disponibilización de terrenos que tengan proyección para acoger la cadena de valor del hidrógeno verde, siempre velando por los proyectos que estén más avanzados y considerando criterios de sustentabilidad y “las demandas de las comunidades cercanas, respecto al patrimonio arqueológico y la biodiversidad existente. Así, incentivando los acuerdos entre las partes”.

Respecto a lo anterior, el CAARCH, pone una alerta respecto al potencial patrimonial que tienen las localidades concecionadas, donde encontramos sitios que, en su mayoría se han mantenido intocados o muy poco intervenidos por las actividades contemporáneas. En detalle, para la zona proyectada en la región de Antofagasta nos encontramos con que es un territorio asociado a comunidades changas. Una zona conocida por su rico patrimonio arqueológico costero, con conchales, aleros y contextos funerarios. En zonas aledañas a la concesión nortina, se incluyen quebradas como la de El Médano, que cuenta con pinturas rupestres milenarias así como diversos registros del tránsito costa-interior de comunidades originarias. El proyecto antofagastino, además, incluye viejas zonas industriales y extensos sectores de la pampa donde se explotó la roca silícea hace miles de años. Su huella hoy sobrevive en los vestigios de talleres de procesamiento y fabricación de artefactos. Mientras que a esto, se suman las evidencias del pasado salitrero presente en viejas oficinas, calicheras, campamentos mineros, poblados abandonados, caminos de carretas y antiguas vías férreas. Finalmente y solo para dar cuenta de la riqueza arqueológica de Antofagasta, hay más de 6.000 elementos arqueológicos documentados en el sector concecionado.
Luego, en las regiones de Valparaíso y Metropolitana, abunda la evidencia material relacionada a grupos de cazadores recolectores que ocuparon la costa y el interior. Y también de comunidades alfareras que supieron aprovechar los distintos ambientes de Chile central. En ambas regiones, se han documentado más de 1.500 registros arqueológicos que nos vuelven a mostrar la riqueza arqueológica de ambos espacios. Mientras que Magallanes, por su parte, también cuenta con toda una extensión costera que presenta extensos conchales y áreas de ocupación de poblaciones pescadoras, cazadoras y recolectoras, documentadas desde la edad de hielo hasta el genocidio padecido por comunidades originarias de la Patagonia entre finales del siglo XIX y principios del XX. Y todo esto, sin contar con la presencia de descendientes selknam y kawésqar, que hoy son actores y actrices activos en la protección de su patrimonio arqueológico y cultural.

Proteger la memoria material e inmaterial

Con miras a los nuevos proyectos nacionales de desarrollo sostenible, personificados en planes como los del litio y del hidrógeno verde que incluyen inversiones a largo plazo con intervenciones en extensísimos espacios territoriales, el CAARCH sostiene que hoy nos urge la incorporación de una mirada integral para estos proyectos. Una que incluya el componente patrimonial y la opinión de las comunidades.
Para el CAARCH no existe desarrollo sostenible sin una planificación territorial. Esta debe incluir el derecho a vivir en un medio ambiente limpio de los habitantes de los territorios intervenidos y el derecho a la protección del patrimonio indígena e histórico chileno. La coyuntura actual muestra una nula consideración de estos aspectos, lo que se manifiesta en
las primeras evaluaciones ambientales ya conocidas.

“Hoy, urge definir criterios sobre las áreas que se van a intervenir, con miras a resguardar la preservación de los territorios a futuro. De no hacerlo, es probable que Chile se enfrente a un escenario perjudicial donde los procesos de inversión serán más costosos, pues intervenir lugares de alto valor patrimonial es caro. Sin embargo, lo más preocupante es la situación en la que queda nuestro patrimonio arqueológico, con muy pocas posibilidades de existir para el futuro. Desde ahí urge que se levante un ajuste de criterios en los lugares que corresponda, para garantizar el resguardo de nuestra propia memoria”, señala su directiva.

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