Datación por termoluminiscencia: La técnica que llegó para fortalecer el desarrollo de la arqueología y la historia antigua de Chile central

Más económica que el carbono 14 y particularmente eficiente a la hora de analizar vestigios arqueológicos inorgánicos. La termoluminiscencia ha sido fundamental para analizar cerámicas y otros restos en Chile central. En este artículo, Álvaro Román, uno de los mentores en Chile explica el por qué.

El arqueólogo e investigador del CIEM Aconcagua, Daniel Pavlovic, aún recuerda cuando a inicios de los 90, se integró a los proyectos de investigación de arqueólogos como Hernán Ávalos, Jorge Rodríguez, Cristian Becker o Rodrigo Sánchez, y comenzó a interesarse por las culturas del Chile central y el Norte Chico. En específico, eran proyectos que estudiaban los vestigios dispersos por los valles de Aconcagua, Chalinga, Illapel y Mapocho, enfocados en ahondar en las formas de vida que tenían culturas como la Aconcagua, la Molle o Diaguita, hace más de 500 años atrás y necesitaba datos concretos para partir.

Fue entonces cuando se encontró con un primer impedimento: los restos orgánicos, por ejemplo, los huesos o vegetales, por lo general no se conservaban con las características ambientales y climáticas de aquellos sectores.

“En muchas zonas de Chile Central los territorios han estado sometidos por siglos a la actividad agrícola. Esto en el tiempo genera que no se puedan conservar los huesos de animales o que el carbón sea insuficiente como para ser analizado. Es ahí cuando básicamente solo te queda la cerámica para datar”, explica Pavlovic, sobre el instante en que supo que debía evaluar otros métodos, más allá del Carbono 14 —el más habitual, que requiere de restos orgánicos—, para recabar información sobre estas culturas.

Así fue su primer acercamiento a la termoluminiscencia: un método de datación de materia inorgánica, que a fines de los años 70, un grupo de científicos trajeron a Chile y que sigue siendo de gran utilidad para l@s arqueólog@s que estudian este territorio.    

Primer equipo de TL del Laboratorio UC
La termoluminiscencia en Chile

Según el Doctor en Física y académico de la Universidad Católica, Álvaro Román, hasta los años 70, en Chile no había ningún laboratorio donde fechar restos arqueológicos. Hasta que junto a unos compañeros, trajeron los conocimientos necesarios para sentar las bases de la termoluminiscencia en Chile, luego de haberla conocido durante sus estudios doctorales en Francia.

Así, en 1976, y gracias a los instrumentos que, por entonces había adquirido la Universidad Católica, estos investigadores montaron el primer laboratorio de termoluminiscencia de Chile, para comenzar a utilizar este método con fines científicos.

“Un grupo de arqueólogos nos ayudó”, recuerda Román. Por aquellos años se estaba creando el Museo Chileno de Arte Precolombino y desde ahí les prestaron los primeros fragmentos cerámicos antiguos para realizar los ensayos preliminares de datación.

“Como resultado, publicamos artículos en revistas nacionales e internacionales y participamos en diversos congresos en Chile y el mundo. Esto nos permitió mejorar el equipamiento de nuestro laboratorio y progresar en este método de fechamiento arqueológico”, cuenta Román y añade que desde entonces, el trabajo realizado en el laboratorio de termoluminiscencia despertó un enorme interés en los arqueólog@s chilen@s y extranjer@s.

“Los primeros resultados que obtuvimos en los fechados de cerámicos, permitieron que se pudiera construir la cronología de diversos grupos de civilizaciones que habitaron en regiones de Chile desde el 9000 AC hasta el siglo 19”, recuerda sobre sus primeros logros.

Ciencia y arqueología

La termoluminiscencia, según Álvaro Román, es un fenómeno físico “que se caracteriza por la emisión de luz por absorción de calor, de materia inorgánica específica”. En términos simples, detalla el experto: “Consiste en la luz que emite un material cristalino cuando es calentado hasta alta temperatura, habiendo sido previamente irradiado por una radiación ionizante”.

Este método es especialmente útil cuando se habla de vestigios cerámicos, ya que la mayoría de las arcillas utilizadas por los antiguos alfareros, contienen cristales de cuarzo.

“El cuarzo”, en palabras de Álvaro Román, es un cristal que tiene la habilidad de absorber energía de las radiaciones presentes en el terreno donde las cerámicas pudieron haber estado enterradas. De esta manera, “la energía que acumulan estos cristales se puede medir a través de la luz que emiten cuando son calentados. Justamente la cantidad de luz que irradien estos materiales, nos dirá la edad de la cerámica desde su último calentamiento a alta temperatura”.

De ahí, «la termoluminiscencia puede medir la dosis de radiación absorbida por el cristal”, desde que fue horneado para convertirse en cerámica, hasta que fue encontrado en un sitio arqueológico, miles de años más tarde.

Pero Román no fue de los primeros en estudiar este método. La termoluminiscencia, explica Román, nace y se desarrolla a mediados del siglo XX, de la mano del inglés Martin Aitken. Actualmente, existen alrededor de 200 laboratorios en el mundo que se dedican a investigar este tipo de fechado en cerámicas y materiales antiguos. Y es solo uno de ellos.

Un método cercano

Hoy, el arqueólogo, Daniel Pavlovic, aún recuerda que durante sus primeras investigaciones, solía visitar el laboratorio de termoluminiscencia de la Universidad Católica para llevar muestras y comentar con Román sobre los resultados obtenidos en los análisis.

“Era más barato y menos complejo a nivel de trámites, ya que en Chile no hay laboratorios de Carbono 14, por lo que todavía se deben mandar las muestras a Estados Unidos”. Esto, añade, pese a que la datación por termoluminiscencia tiene un rango algo menos exacto que el trabajo con restos orgánicos.

Por estos días, él se encuentra estudiando el peso de las influencias culturales que tuvieron los Incas en la cerámica diaguita. Un trabajo donde la datación ha sido fundamental a la hora de crear teorías sobre las formas de vida que tuvieron estos grupos, un par de siglos atrás. “Todo esto se puede ver en las cerámicas de los entierros, de sus utensilios cotidianos y rituales”, explica, al aludir la vigencia de la técnica de Román.

Pero, por estos días, lamentablemente el único laboratorio de termoluminiscencia de Chile se ha reducido. “Del grupo de académicos que trabajamos en los primeros años, quedo solo yo y otro colega, con quien mantenemos la satisfacción de haber cooperado a desarrollar este método de datación, único en Chile”.

Hoy, añade el científico, “nos interesaría ampliar la aplicación al estudio de materiales no cerámicos como huesos, lava de erupciones volcánicas, restos de meteoritos, pero para todo esto necesitamos el apoyo de gente interesada en estudiar el fenómeno de la termoluminiscencia y sus aplicaciones, ya sea estudiantes de Física, Arqueología y también académicos de esas disciplinas”.

Desde ahí, Álvaro Román sostiene: “nos queda renovar la planta para seguir levantando la información que ha permitido apoyar a los arqueólogos en sus investigaciones sobre la historia y prehistoria de nuestro país”.

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