La antropóloga Margaret Mead fue consultada por una alumna ¿Cuál es el primer signo de civilización? Mead, que además era poetiza, le responde “Un fémur fracturado y sanado”, esto nunca sucede en la vida salvaje, porque solo puede hacerlo si alguien se preocupa de cuidar al herido.
La base de la civilidad es la preocupación por el estado del otro, así surgen las comunidades y las culturas, sin embargo, a veces esa base es tristemente destruida. Así sucede en los gobiernos dictatoriales, así sucedió en Chile, donde los pocos cuerpos que fueron rescatados de las fauces de los mecanismos de represión del Estado estaban destruidos, con sus huesos rotos y casi irreconocibles. Pero hubo quienes sobrevivieron.
A pesar de que en varios casos el mando militar propició la exhumación clandestina de las víctimas con el fin de ocultar definitivamente los cuerpos y mantener la negación de las muertes, en general los Detenidos Desaparecidos se encuentran en lugares de inhumación. Es por ello que la arqueología es en estos contextos una de las herramientas más relevantes para encontrar la verdad, para reconstruir un relato a partir de la evidencia material recolectada mediante metodología científica. En este sentido, surge y se hace necesario el estudio y la protección de los testimonios tangibles de la represión política y en esa línea la disciplina arqueológica, en el marco de los trabajos de Antropología Forense, ha enfocado su trabajo en causas judiciales vinculadas con la desaparición de personas durante la dictadura cívico militar en Chile, para aportar en la búsqueda de la verdad y la reconstrucción de la memoria histórica.
El arqueólogo Iván Cáceres, quien ha trabajado en causas de violaciones a los derechos humanos desde 1985 y que actualmente fue nombrado perito por la Ministra en Visita Paola Plaza en la investigación en Colonia Dignidad, comenta que uno de los grandes problemas de las investigaciones que ha realizado es la poca difusión de las mismas, en gran parte por el secreto de sumario al cual se ven sometidas.
Nada asegura que estos hechos no vayan a volver a ocurrir, pero en la medida que sepamos como fue el pasado podremos enfrentar y cometer menos errores, los hechores de estos crímenes tiene que ser conscientes que todo delito que cometan se va a saber y habrá justicia, es parte de lo que comenta Cáceres. El aporte de la arqueología no solo implica satisfacer la demanda judicial, sino que existe un compromiso político-social en la búsqueda de la verdad. Estos son parte de los fundamentos de la Arqueología de la Represión y la Violencia Política, que, junto con una reflexión teórica sobre la represión, la memoria y los usos del pasado, busca recuperar e identificar los restos de personas desaparecidas en estos contextos.
Por otra parte, aún existe la memoria viva. Beatriz Bataszew Contreras es sobreviviente de la Casa de Tortura Venda Sexy, ex-presa política, activista feminista, y ha desempeñado una labor de rescate de los testimonios y la memoria de quienes fueron víctimas de la represión política y sexual durante la dictadura. En esa línea, ella comenta que el valor en los sitios de memoria no radica en lo material, sino en el significado y en la memoria que se quiere reconstruir. Por lo mismo, hay cierto distanciamiento, según comenta, con lugares de memoria cuyo relato ha sido blanqueado e higienizado, sin dar cuenta del testimonio de quienes fueron victimizados. Eso lleva a otro cuestionamiento, en cuanto a la recuperación misma de un sitio utilizado como centro de tortura.
En este nuevo episodio de “Arqueología, presente y futuro”, a través de una grata conversación analizamos las aristas que recaen en el rol del/la arqueólogo/a y la disciplina, la necesidad de mantener viva la memoria de las víctimas y su valor en el progreso a una sociedad más democrática y justa.